Mientras esperaba a que Amargo volviese de su ronda habitual por los estanques, Dulce aprovechaba para desperezarse sobre el mullido césped que Pepe, el jardinero, había retocado el día antes. Solía bromear con él sobre cuál era la altura exacta para obtener un óptimo descanso. No muy corto, pues las irregularidades del terreno se revelaban contra su espalda. Tampoco demasiado alto, ya que alguna que otra garrapata, a la que le tenía ojeriza, esperaba ansiosa echarle las garras. No le preocupaba, ella sabía cómo deshacerse de semejantes parásitos.
Permanecía relajada bajo la sombra del abedul hasta que un repentino recuerdo invadió su descanso. No recordaba a quién, pero sí el haber escuchado en alguna conversación que el nombre era fundamental en la vida de un ser vivo: influía en la personalidad del mismo. «¿Lo sería el suyo?», se preguntaba.
Melchor, el domador del circo Oz, le había contado en su día que su nombre venía del latín cuya forma original era dulcis. Sobre el significado no había aportado nada nuevo: de sabor agradable y dulce. Le había regalado un libro sobre las historias de los nombres, el cual había devorado exhaustivamente. En él se decía que los seres llamados Dulce tenía un talento especial para la composición musical o poética. «¡Ja!», rugió en un tono excesivamente fiero. Una pareja de tórtolas que descansaba en una de las ramas huyó despavorida.
No se había sentido identificada, no le interesaba. Lo que quería y para lo que sabía que tenía dotes, era para volar. Era osada, valiente y determinada, así se veía. Y lo conseguiría, volaría. De hecho, acababa de considerar que cambiarse el nombre quizá fuese un buen comienzo. Durante un rato discurrió y desechó a partes iguales, posibles nombres. Pero llegó antes a ella el sueño que una solución, y así se quedó.
Amargo se aproximó y se acostó a su lado sin decir nada. Su ronda por el estanque se había complicado por culpa de una pelea entre una nueva familia de suricatos y Luigi, el chacal. Le irritaba en exceso hacerlo, pero poner orden era su función.
—¡Altaïr! —Exclamó Dulce despertándose de golpe.
—¿Estás bien? —Inquirió Amargo sorprendido.
—¡Estupendamente! De hoy en adelante me llamaré Altaïr —exclamó solemne.
—Muy bien Altaïr. Creo que has dormido demasiado, perezosa —respondió empujándola divertido y juguetón con las patas, mientras observó sorprendido cómo una pareja de tórtolas se aproximaba extrañamente cautelosa hasta reposar silenciosa sobre una rama.

«Circo dos muchachos» Ourense
Imagen en dominio público, vía Wikipedia Commons
Fue la primera escuela circense que se creó en España (y segunda de Europa) en los años 60 por el padre Silva. Se instaló en Benposta (Ourense), llegó a tener más de 300 niñxs y estuvo en funcionamiento hasta el 2003. Era un proyecto educativo para niñxs sin recursos, que se basaba en la «Ciudad de los muchachos» fundada en 1917 en Nebraska (EEUU), en España hubo otro proyecto similar en Barcelona.
A finales del 2024 salió este documental en formato de miniserie en Amazon Prime, si tienes curiosidad por la historia te lo recomiendo, aquí el trailer:
https://www.youtube.com/watch?v=BNnCwLh8Z1s